Arte perdido: tras la pista de grandes obras maestras desaparecidas

“El concierto” de Johannes Vermeer. 1663. Otra de las grandes obras maestras desaparecidas en el asalto del Isabella Steward Gardner, considerado el mayor robo de arte de la historia. Siendo Vermeer uno de los grandes maestros más cotizados del mercado, el valor actual de esta pintura podría aproximarse a los cien millones de euros. Imagen: dominio público.

Introducción

Todas las obras de arte que vamos a ver en este artículo tienen algo en común: no pueden con-
templarse en ningún museo, ni se encuentran en ninguna colección privada conocida. De hecho,
nadie las ha visto en décadas o, en el caso de una de ellas, en siglos. Todas se encuentran desa-
parecidas. De hecho, no sabemos nada de su paradero, ni tan siquiera si siguen existiendo o fueron
destruidas. Su destino constituye uno de los grandes enigmas del mundo del arte.
Algunas fueron robadas o expoliadas, otras, simplemente, desaparecieron. Todas están rodeadas
de un aura de misterio que, mucho tiempo después, continúa envolviendo su leyenda y haciéndolas
aún más atractivas a medida que los años van transcurriendo.

Su pérdida pone de manifiesto el lado más oscuro del ser humano: la codicia, la violencia, la capacidad de destrucción y el desprecio a las leyes y a la justicia. Quizás por eso, y porque se trata de
piezas emblemáticas cuyo valor va mucho más allá del precio que podrían alcanzar en una subasta,
nadie ha cejado en su búsqueda, como si hacerlo significara, de alguna manera, renunciar a la
esperanza y a la bondad.
Porque hay algo más que todas estas obras de arte perdidas tienen en común: las investigaciones
sobre qué ocurrió con ellas cuando desaparecieron y dónde se encuentran siguen, mucho tiempo
después, aún abiertas. En cualquier momento, una nueva pista, un viejo testimonio o una clave
que en su momento pasó desapercibida podría ponernos en el camino correcto y guiarnos hasta el
lugar donde cualquiera de ellas se conserva.
En todos los casos, no importa el tiempo transcurrido, la belleza, el valor y lo que cada una de
estas obras representa bien merece el esfuerzo y los medios empleados.
La búsqueda de todas ellas continúa.

Natività con San Francisco y San Lorenzo. Óleo sobre lienzo. 268 cm × 197 cm. 1609. Michelangelo Merisi da Caravaggio. Imagen: dominio público.

«Natività con San Lorenzo y San Francisco». Caravaggio

Durante la madrugada del 17 al 18 de octubre de 1969 tuvo lugar uno de los robos de arte más
famosos de la historia. Esa noche, dos figuras oscuras se aventuraron en el interior del Oratorio de
San Lorenzo amparadas entre las sombras de la iglesia. Poco a poco, fueron dejando atrás las
esculturas de ángeles y santos que parecían observarlos con mirada acusatoria y, cuando por fin
llegaron al Altar, se detuvieron en seco. Ante ellos se alzaba una magnífica pintura de casi 3 metros
de alto que, desde hacía más de trescientos años había presidido los rezos y las súplicas de los
fieles de la iglesia. Aquel era su objetivo.
Entre los dos lograron descolgar la obra, pero por el peso, ésta cayó al suelo provocando un gran
estruendo. Paralizados y convencidos de que iban a descubrirlos, debieron de aguardar, expectan-
tes, pero nadie acudió. Sin poder creer su suerte, los dos hombres procedieron con su plan. Uno
de ellos tomó un arma blanca y torpemente rasgó el lienzo para separarlo de su marco. Parte de
la pigmentación del óleo, endurecido por el paso de los siglos, se desprendió mientras lo hacía.
Después de unos minutos interminables en los que el lienzo quedó severamente dañado, procedie-
ron a enrollarlo, quizás con la ayuda de una alfombra de la iglesia que también desapareció esa
noche. Y, finalmente, abandonaron el oratorio.
La obra que robaron aquella noche era una de las más bellas y atrevidas jamás pintadas por Cara-
vaggio: una magnífica Natività (nacimiento de Jesús) pintada tan solo un año antes de la prematura
muerte del artista, cuando su técnica y talento se encontraban en su máximo esplendor.
Nunca ha sido recuperada.

La obra

La pintura, de grandes dimensiones, fue un encargo de la Compañía de San Francisco a Caravaggio.
La ejecuté en 1609, un año terriblemente tumultuoso para el artista que, en 1606 se había visto
obligado a huir de Roma, acusado de homicidio. Desde entonces, había vivido en varias ciudades
italianas, entre ellas Nápoles, Malta y Sicilia. Es muy probable que recibiera la comisión de la obra
estando en esta última ciudad, aunque algunas fuentes apuntan a que, en realidad, la obra puede
ser anterior y haber sido realizada en la propia Roma.
En todo caso, todo el talento y maestría que convirtieron a Caravaggio en un maestro ya en vida,
se encuentran reflejadas en esta magnífica pintura. En ella, asistimos al nacimiento de Jesús, pero
él nos lo muestra de una manera que rompe casi por completo con todos los convencionalismos de
siglos anteriores. No hay alegría en esta escena, ni rostros idealizados, ni una composición lineal y
ordenada. Muy al contrario, Caravaggio elige disponer a las figuras de manera asimétrica, formando
un aspa que él mismo rompe con el vuelo del ángel. Esta disposición dota la escena de un gran
dinamismo, acentuado aún más por la posición en escorzo de San José (de espaldas a nosotros,
representado como un hombre joven, vestido de verde) y del ángel.
Jesús aparece en el suelo, tan solo un poco de paja parece protegerlo de la superficie. A su lado,
María no es más que una niña que exhausta, contempla a Su Hijo como si supiera cuál es trágico
destino que le aguarda. A diferencia de los idealizados y etéreos personajes renacentistas, sus
figuras son palpablemente humanas, con expresiones emotivas y detalles cotidianos. La Virgen
María, por ejemplo, es retratada con una expresión de melancolía y ternura, que sugiere una
Arte perdido: tras la pista de grandes obras maestras desaparecidas
4/© Ana María Trigo Alonso
comprensión profunda y personal de la maternidad y el sacrificio. San José, en cambio, muestra
una preocupación y vigilancia, reflejando la incertidumbre y la protección paternal.
El simbolismo de los santos en la obra añade capas de significado. San Francisco de Asís, conocido
por su humildad y su devoción a los pobres, encarna los valores de pobreza y simplicidad cristiana.
San Lorenzo, con su parrilla, símbolo de su martirio, sugiere el tema del sacrificio en nombre de la
fe.
En esta obra, se observa el uso característico del claroscuro de Caravaggio, una técnica que él
perfeccionó y que se convirtió en su sello distintivo. La iluminación dramática, con fuertes contras-
tes entre luces y sombras, crea una atmósfera intensa que enfatiza la emoción y la espiritualidad
de la escena. Este estilo no solo influyó profundamente en sus contemporáneos, sino que también
dejó una huella indeleble en la evolución del arte barroco.
Se trata, sin duda, de una obra cumbre de la pintura barroca y de la carrera de Caravaggio, una
de las últimas pinturas antes de que la muerte lo sorprendiera de manera repentina cuanto tan
solo tenía 38 años. Su valor hoy superaría ampliamente los 50 millones de euros y era ya muy
elevado cuando, en 1969, se cometió el robo.

La investigación

El robo tuvo lugar durante una cruzada de las fuerzas italianas contra la Mafia y, desde el primer
momento, estuvo claro que había sido cometido por una de sus organizaciones, probablemente la
Cosa Nostra. Desde entonces, la investigación ha involucrado a múltiples agencias, incluyendo la
policía italiana, Interpol y el FBI, que han trabajado incansablemente para recuperar la obra. En
2005, el FBI la incluyó en su lista de los «Diez Crímenes de Arte Más Importantes», subrayando la
gravedad del delito y el impacto cultural de la pérdida.

(Continúa leyendo). 

Interpretación de Pedro Pablo Rubens de ‘La batalla de Anghiari’ realizada a principios del siglo XVII a partir de copias del boceto original. Es la reproducción más conocida y se encuentra en el Museo del Lou- vre de París. Imagen: dominio público.

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Espero que volvamos a vernos muy pronto para seguir desvelando juntos los secretos del arte.

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