Introducción
¿Cuándo surgió la magia? No tenemos una fecha exacta, pero todo parece indicar que sus orígenes se remontan muy atrás en el tiempo. La palabra “magia” proviene del persa antiguo “maguš” (mágush), que más tarde daría lugar al griego μαγεία “mageia” (cualidad de sobrenatural) y al latín “magīa”. Pero es muy probable que la magia —entendida ésta como un intento de simular el control y la manipulación de las leyes de la naturaleza— sea muy anterior a los antiguos persas.
La primera alusión escrita sobre el tema que ha llegado hasta hoy (al menos, en el mundo occidental) aparece en el “Papiro Westcar” o “Papiro de Berlín 3033”. Aunque relata una serie de historias que tienen lugar durante el Imperio Antiguo durante el reinado del faraón Jufu (Keops), sabemos que fue escrito con posterioridad, entre el 1650 y el 1540 a.C. Una de ellas describe con detalle lo que, sin duda, es un elaborado truco de ilusionismo realizado por un anciano mago.
El escenario es el gran palacio de piedra de Menfis, residencia de Keops. Despacio, pero con enorme dignidad, Dedi camina con paso firme irradiando respeto. Es anciano. Cuando llega al trono donde se encuentra Keops, es el faraón quien se inclina. El faraón pregunta sobre los poderes del mago, capaz de volver a unir el cuerpo ala cabeza cortada, y el mago contesta que sus poderes se limitan a animales. El faraón ordena que le proporcionen un ganso al ilusionista. Dyedi coge al animal, lo acaricia para tranquilizarlo, saca un cuchillo de debajo de su túnica, corta la cabeza del ave, y la coloca en la palma de su mano, para que el faraón la vea. Mientras el faraón observa atentamente, Dyedi coloca la cabeza nuevamente sobre el cuello del ganso, murmura una invocación mágica, sacude al ganso y lo coloca en el suelo. El faraón desorbita sus ojos cuando el ganso se yergue, se arregla las plumas y se aleja andaneando despacio. Dgedi repite el experimento con otros animales, y cuando ha terminado su actuación, se retira.
En Grecia, Sófocles hace alusión al juego de los cubiletes en su obra sobre la guerra de Troya “Ayax” hacia el 440 a.C. y este truco también es mencionado por Séneca el Joven, en el 64 a.C. en su Epístola Moral a Lucilio n.º 45. Pero especialmente dignos de mencionar son los complejos sistemas diseñados por los griegos para algunos de sus templos, destacando especialmente los concebidos por Herón de Alejandría en el siglo I. Gracias a ellos, las puertas de un altar se abrían y cerraban automáticamente tras una ofrenda a los dioses, las lámparas se encendían por sí mismas y sofisticados autómatas dispensaban comida y bebida e incluso danzaban como si tuvieran vida propia.
Sin embargo, habrá que esperar hasta las primeras décadas del siglo XI para que aparezca lo que consideramos el primer tratado de ilusionismo de la historia, el Kitāb al-nāranŷiyyāt («El libro de los encantamientos»), escrito por Ibn Shuhayd en Córdoba.
Sabemos por algunos testimonios en textos del siglo X que durante la Edad Media los magos eran profesionales nómadas, asociados a ferias ambulantes, aunque apenas tenemos información sobre ellos y los trucos que realizaban.
En pleno renacimiento, en el siglo XVI, un mago llamado Gonin parece hacerse bastante relevante, fundando incluso una dinastía. El ilusionismo era, sin embargo, una actividad menor considerada de poco valor, llevada a cabo por feriantes que iban de una ciudad a otra vendiendo sus trucos por unas pocas monedas. Todo eso, sin embargo, estaba a punto de cambiar.
Poco a poco, entre los siglos XVII y XVIII, el ilusionismo pasa a ser una actividad respetada y bien considerada. Los magos pasan a ser considerados hombres de ciencia versados en los últimos descubrimientos y avances científicos. Comienzan a actuar ante ricos patronos que pagan bien por ver sus espectáculos en los que se utilizan autómatas y se experimenta con aparatos ópticos y electricidad. Es entonces, a caballo entre estos dos siglos, cuando surge el primer gran ilusionista de la historia: el mago inglés Isaac Fawkes.
Fawkes se hizo notablemente famoso a través de sus actuaciones en la Bartholomew Fair desde, al menos, 1720 a 1731. La feria era un gran evento anual en Londres y a los espectáculos del mago asistían miles de personas, tanto ricos como pobres. De hecho, incluso llegó a actuar en palacio para el rey Jorge II. Gracias a su éxito como ilusionista, Fawkes se hizo muy rico, llegando a amasar una considerable fortuna que, a su muerte, en 1732 se estimó en más de diez mil libras de la época, el equivalente a un millón y medio de euros actuales.Sin embargo, no sería hasta el siglo XIX cuando el ilusionismo se transformaría en el arte que hoy conocemos y lo haría de la mano de otro gran mago: el ilusionista francés Robert Houdin.La figura de Robert Houdin en el ilusionismo es de tal relevancia que se le considera el padre de la magia moderna. Hijo de un relojero, Prosper Houdin, Robert nació en 1805 Blois. Siguiendo los pasos de su padre, Houdin se formó como relojero al tiempo que sentía un gran interés por el ilusionismo. Su educación le permitió más adelante crear autómatas con complicados mecanismos, como el famoso “Naranjo fantástico” que veremos más adelante.Houdin fue el primero en llevar el ilusionimo al teatro. Se negó a llevar un disfraz de mago como los que usaban sus colegas contemporáneos, siendo el primero en actuar vestido con un elegante frac, como si de un caballero que estuviera a punto de acudir a un elegante baile se tratara. La asociación de los colores blanco y negro con la magia se la debemos a él, así como el uso de una varita mágica y el icónico sombrero de copa. Además, Houdin insistía en cada espectáculo en que no había nada de sobrenatural en su magia y en que todos sus trucos tenían una explicación científica. También incorporó la música a sus espectáculos para conseguir mayor dramatismo.Su renombre fue tal que el gobierno francés llegó a utilizar sus servicios en 1856 para sofocar una rebelión en Algeria instigada por los “morabitos”. Los morabitos eran líderes espirituales musulmanes que afirmaban poseer poderes sobrenaturales y que, por este motivo, eran respaldados por los jefes tribales de la zona. Houdin demostró a estos jefes que él podía realizar los mismos “trucos” que los morabitos y que no había nada de sobrenatural en ello. De hecho, les explicó cómo se hacían. Convencidos, los jefes retiraron su apoyo a los morabitos y la rebelión fue aplacada.Muchas de las ilusiones de Houdin se convirtieron en clásicos y tanto su imagen como su puesta en escena fueron copiadas por todos los magos del siglo XIX y principios del XX, estableciendo un claro antes y después en la historia del ilusionismo.Houdin marcó el comienzo de la época dorada del ilusionismo. A lo largo del siglo XIX una serie de magos geniales crearán ilusiones tan bellas y sofisticadas que aún hoy se siguen realizando y que sentaron la base de la magia que se hace actualmente.Si bien a partir de los años treinta del siglo XX el interés del público por la magia pareció decaer, nunca llegó a extinguirse por completo. Magos como David Copperfield lograron entusiasmar de nuevo a grandes audiencias y hoy, gracias a Internet, existe un nuevo auge del ilusionismo y de su estudio. Por todo el mundo se han creado asociaciones y escuelas de magia y se han reimpreso los antiguos manuales, muchos de ellos escritos por los grandes magos del siglo XIX.Existen varios tipos de magia: magia mental o mentalismo, magia de cerca, escapismo… En este artículo, sin embargo, nos vamos a centrar solamente en la magia de escenario, una de las más espectaculares y, sin duda, una de las favoritas por el público.
MAGIA DE ESCENARIO
La magia de escenario es aquella en que el mago realiza las ilusiones normalmente ante una amplia audiencia, utilizando elementos que permiten una mayor espectacularidad y dramatismo que otros tipos de magia. Requiere años de trabajo y ensayo ya que cada detalle de la actuación y de la puesta en escena debe estar perfectamente controlado, así como una fuerte presencia escénica por parte del ilusionista.
Como hemos visto, el mago que sentó las bases para este tipo de magia fue Robert Houdin, en el siglo XIX. Es a él a quien le debemos la imagen de mago elegante, vestido de frac que perdura hasta día de hoy. No es lo único del ilusionismo de este siglo que ha llegado hasta la actualidad. Casi todos los trucos que vamos a ver a continuación se crearon en ese momento y siguen usándose hoy en los escenarios de todo el mundo, si bien la forma de presentarlos sí se ha actualizado. Siguen, aun así, levantando exclamaciones de sorpresa y entusiasmo cada vez que se ejecutan con destreza.
Veamos a continuación algunos de ellos y cómo se realizan.
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Espero que volvamos a vernos muy pronto para seguir desvelando juntos los secretos del arte.
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