El «Collar Sutherland»: intriga y traición en la corte de Luis XVI

Desde hace unos días, el Victoria and Albert Museum de Londres cuenta con una nueva y flamante adquisición: el “Collar Sutherland”.

Se trata de una magnífica joya del siglo XVIII cuya leyenda se entrelaza con los orígenes de la Revolución Francesa y la caída de una reina.

Aunque, en realidad, su historia comienza mucho antes, en las minas de diamantes más antiguas de la India, para perderse durante siglos hasta llegar a nuestros días.

El collar es, sencillamente, magnífico. De estilo “riviere”, está compuesto por veinte diamantes de talla antigua, la mayoría con corte “antigua mina”, característico del siglo XVIII y finales del XVII . Los más grandes alcanzan hasta los 15 kilates, siendo los de mayor tamaño de categoría IIA, es decir, los más puros que existen en la naturaleza. Dada su excelente calidad, es muy probable que las gemas procedan de las minas de Golconda, en la India, de donde se extraían los mejores diamantes en estos siglos.

Y, sin embargo, no es su perfección lo que lo hace tan especial, sino la leyenda que lo envuelve y que asegura que el “Collar Sutherland” formó, en su día, parte de una de las joyas malditas más famosas de la Historia: la que protagonizó “el asunto del collar de la reina”, el mismo que destruyó la ya entonces frágil reputación de María Antonieta y ocasionó su vertiginosa caída en desgracia.

Un collar que, sin embargo, la joven soberana jamás llegó a poseer.

EL COLLAR SUTHERLAND

Todo comenzó en 1772, cuando el rey anterior, Luis XV, encargó a los joyeros parisinos Boehmer y Bassenge un impresionante collar compuesto por 647 diamantes de calidad excepcional, valorado en dos millones de libras, como regalo para su amante favorita, que ostentaba el título de maîtresse-en-titre, madame du Barry. Desafortunadamente, el rey murió de viruela en 1774, antes de poder pagar el collar, lo que supuso que los joyeros se quedaron sin poder amortizar la enorme inversión que habían realizado o, lo que es lo mismo, en bancarrota.

Desesperados, ofrecieron el collar para su compra a la nueva reina, María Antonieta, famosa por su elevado estilo de vida en la corte. Al parecer, a María Antonieta le fascinó la joya pero, en un gesto tan inusual como inesperado en ella, decidió declinar la oferta. “Tenemos más necesidad de setenta y cuatro naves (de guerra) que de collares” parece ser que respondió a los joyeros, según Thomas Carlyle.

RETRATO DE MARIE-ANTOINETTE (1775) MUSÉE ANTOINE LÉCUYER

Por esa época, llegó a París una joven llamada Jeanne de Valois-Saint-Rémy. Jeanne aseguraba ser descendiente ilegítima de Henry II y estaba segura de merecer un lugar en la corte. Se casó con un oficial de la gendarmería llamado Nicolas de la Motte y comenzaron a referirse a sí mismos como “Comte” y “Comtesse” de la Motte, logrando colarse en los cerrados y selectos círculos de la aristocracia parisina. Como consecuencia del elevado tren de vida que llevaban, no tardaron en contraer fuertes deudas.

Pronto, Jeanne de la Motte comenzó un romance con un gendarme, gigoló y falsificador llamado Rétaux de Villette, que la presentó al cardenal Rohan, un destacado aristócrata que había caído en desgracia en la corte y que estaba desesperado por recuperar el favor de la reina.

Jeanne se convirtió en amante del cardenal Rohan al mismo tiempo que intentaba conseguir una audiencia con la reina, con el fin de obtener una renta vitalicia. María Antonieta se negó a recibirla pero, de alguna forma, la condesa de la Motte se las arregló para dar la impresión de que una gran amistad había surgido entre las dos y que la esposa del rey la había convertido en su dama de confianza.

GRABADO A PARTIR DE UN DIBUJO ORIGINAL DEL COLLAR DE "BOHEMER ET BASSANGE"
RETRATO DE LOS JOYEROS PAUL BASSANGE Y CHARLES AUGUSTE BOHEME

El rumor de que de la Motte y María Antonieta eran ahora íntimas amigas pronto llegó hasta el cardenal Rohan, quien no dudó en pedirle a la condesa que intercediera por él ante la reina. Inmediatamente Jeanne y el falsificador de Villette comenzaron a crear una falsa correspondencia, haciendo creer a Rohan que era la mismísima reina quien le escribía, pidiéndole importantes sumas de dinero. Rohan accedió, pensando que estaba recuperando el favor de la corte cuando, en realidad, solo estaba financiando el elevado estilo de vida de la condesa de la Motte y su amante.

Cuando los rumores de la proximidad de Jean con la reina llegaron a los joyeros Boehmer y Bassenge, estos se pusieron en contacto con ella para pedirle que les ayudara a volver a ofrecer el collar a la reina. La condesa debió de ver una gran oportunidad en la desesperación de los dos hombres. Les hizo creer que María Antonieta estaba interesada, pero que la compra debía hacerse en secreto para no despertar la furia de los ministros. Al mismo tiempo, convenció a Rohan para que actuara de intermediario entre la reina y los joyeros. El cardenal accedió, pero como condición exigió un encuentro privado con la reina.

Lejos de desanimarse ante tal contingencia, Jeanne encontró a una joven prostituta que, al parecer, tenía un gran parecido con la reina y organizó un encuentro clandestino entre ambos. Increíblemente, el cardenal Rohan quedó satisfecho tras la experiencia y continuó adelante con la compra del collar.

Los joyeros entregaron la joya a la condesa, confiando en la figura del cardenal y en los pagarés que ostentaba en su poder, en teoría, firmados por María Antonieta. Por supuesto, Jeanne de la Motte, lejos de llevarle la joya a la reina, se la entregó a su marido que comenzó el proceso de venta del collar en París y en Londres.

SUPUESTO RETRATO DE JEANNE DE VALOIS-SAINT RÉMY. MARIE LOUISE VIGÉE-LEBRUN (HACIA 1780)

Y es aquí donde entra en escena el “Collar Sutherland”.

Se cree que la joya de la reina fue adquirida por el joyero Robert Gray, de Bond Street que lo dividió en distintos collares, de un tamaño más pequeño y un precio más asequible. Y que uno de ellos fue adquirido por el Earl Gower, embajador de Gran Bretaña en París y futuro primer duque de Sutherland, como regalo para su esposa, Elisabeth.

Otra teoría —aunque más improbable— sugiere que el collar sí llegó a manos de María Antonieta y que fue la propia reina quien le pidió a Elisabeth (ambas mujeres eran amigas) que sacara el collar de Francia cuando estalló la Revolución Francesa. Esta tesis implica que la reina no era tan inocente, después de todo, y que quizás la historia no es exactamente como ha llegado hasta nuestros días. No obstante, ninguna de las dos versiones sobre el origen del “Collar Sutherland” ha podido ser probada.

EJECUCIÓN DE MARÍA ANTONIETA, EL 16 DE OCTUBRE DE 1793. GRABADO CON PLACAS DE ACERO. CA. 1850.

En todo caso, cuando el escándalo estalló en París, supuso la condena pública de la reina. Aunque Rohan fue inmediatamente enviado a la prisión de La Bastilla y la condesa de la Motte encarcelada, nada pudo evitar que el pueblo creyera la peor versión de la historia: que la reina había comprado el collar a pesar de la profunda crisis económica que atravesaba Francia y que se había visto de noche, a solas, con un hombre de la iglesia

El “affaire du collier de la Reine” o “el asunto del collar” fue devastador para la imagen pública de María Antonieta, hasta tal punto que se considera una de las claves que desencadenaron los acontecimientos que llevaron a la Revolución Francesa y que terminaron con la muerte de la reina en la guillotina en 1793.

Por su parte, Jeanne de la Motte, logró huir a Londres, pero moriría dos años antes que María Antonieta, en 1791, acosada por acreedores. 

FOTOCOPIA DE LA CARTA EN QUE LUIS XVI ORDENA EL INGRESO EN LA BASTILLA DEL CARDENAL ROHAN, DIRIGIDA AL GOBERNADOR DE LAUNAY

Lo cierto es que es imposible de determinar con certeza si el “Collar Sutherland” deriva o no del famoso collar de María Antonieta, aunque la calidad excepcional de los diamantes y la fuerte procedencia indican que es una posibilidad altamente factible.

Curiosamente, ha pasado a formar parte de los fondos del Victoria and Albert Museum como una dación en pago de impuestos, por lo que, de alguna forma, el collar de la reina —si es que lo es—, dejará por fin de pertenecer a la alta aristocracia, pasando a formar parte del legado del pueblo.

Algo que, muy probablemente, ni los propios Boehmer y Bassenge habrían podido imaginar jamás.

DETALLE DEL "COLLAR SUTHERLAND". FUENTE: VICTORIA & ALBERT MUSEUM

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